Locura: la excusa de los cuerdos para no sentir
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12.12.2010

Casi perfecto

Era casi perfecto, le faltaba tan poco para llegar a ser lo absoluta e infinitamente más bello que hubiera visto jamás, que acabé convenciéndome de que era una fantasía. Era una fantasía de lo más real, desde luego, pero una fantasía, porque algo tan hermoso no podía ser real. Tenía que existir, desde luego, pero sólo en un punto de vista imaginario.
¡Qué locura! Tocar en lo más hondo de su existencia, mirar el filo de su alma y poder prenderme fuego en el cuerpo al paso de sus manos. Era delirante la forma en nuestros corazones palpitaban al mismo ritmo precipitado, absolutamente indescriptible la sensación de estar unidos por el centro del cuerpo y no tener forma de zafarnos del roce de nuestra piel.
Y a pesar de saber que estaba loca por sentir cosas irreales, me entregué al momento y no pensé, sólo actué. Viví un sueño dulce que me elevó a la Luna, iluminando cada punta de mi cuerpo para luego, en un suspiro, descender a la vida y la bruta realidad: me había abandonado dejándome hueca por dentro sin su presencia. Lloriqueé como una niña pequeña por haber perdido lo que seguramente había sido lo más cercano que hubiera tenido jamás a la perfección.
En ese momento supe que la realidad me había arrancado de las garras de la pasión para entregarme al olvido del amor, y es que cuando amas, te olvidas de ti mismo, del yo, para pensar en un nosotros. Olvidaré este sueño hecho realidad para no ilusionarme con el imposible de vivir entre sus brazos.

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