Locura: la excusa de los cuerdos para no sentir
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12.12.2010

¿Por qué?

Es estúpida la forma en que, por simple vergüenza o temor al reproche o la negación, no llegamos a arriesgar todo lo que a solas nos atreveríamos a dar por la persona que tenemos delante. Pensamos en las consecuencias demasiado, sin pensar en las posibilidades de pérdida de lo positivo, amargándonos con la perspectiva de lo negativo. ¿Acaso sabemos lo que pasará? Claro que no. Y es esa misma incertidumbre, ese incordioso miedo natural que sentimos ante el ridículo lo que nos aleja de la meta más preciada para nosotros.
Y así, una vez más, nos vemos relegados a esperar a una figura que nos cure en la oscuridad, jugando con las sombras y bailando con la pena al son de nuestras lágrimas. La música decae al ritmo en que se muere nuestra esperanza, y no haremos nada para impedirlo porque lo hemos dado todo por perdido. Sólo nos queda esperar, pensamos, a que se dé cuenta de que me ama, de que yo siento lo mismo, y de que esto funcionará.
Pero la realidad no es otra que la de que esa persona en cuya intuición confiamos tampoco tendrá el valor necesario para confesarnos el haber llegado a dicha conclusión, que carece del carisma necesario para arriesgarlo todo en una mirada, naufragando ambos en un mar de dolor imperecedero.
¿Por qué? Por miedo.

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