Lo que tú tienes de príncipe, es lo que yo tengo de princesa

Cuando estás segura de lo que sientes, te aseguras por todos los medios ocultos de que tus expectativas puedan cumplirse. Sabes lo que sientes por ese chico y te aseguras de tener posibilidades de gustarle...si no, no piensas arriesgarte a una negativa. Y justo cuando lo ves todo claro, cuando oyes de sus propios labios los mismos sentimientos que tú tienes hacia él, te atreves a dar el paso, a abrir un poco tu duro caparazón y dejar pasar un poco de esa fresca y dulce fragancia que es el amor.
Poco a poco, te vas dando cuenta de que no tienes por qué seguir guardando tanto las distancias, y empiezas a relajarte y a abrir un poquito más la puerta. Sientes cosas que hacía mucho tiempo no te dejabas sentir por miedo al dolor y piensas en un "todo irá bien", disfrutando del momento e inevitablemente, formando sueños en tu cabeza.
Lo malo, es cuando tras dar un paso que para ti es importante, notas una cierta inquietud en tu interior en respuesta a un comportamiento de ese muchacho que te había robado la mente por la noche. Sientes que se ha alejado y vuelves a cerrar esos centímetros abiertos recientemente en tu coraza. Nuevamente, sentimientos de alivio y de cariño, pero sigues alerta, no quieres llevarte otra impronta.
Y justo en ese momento, en el que ya estabas prevenida, escuchas la peor de las frases : que un tio, piensa. En tu cabeza la alarma ya había sonado, pero tú habías evitado oírla para dilatar un poco más el momento de placer, pero instantáneamente esa sirena empieza a sonar más y más fuerte...y el final no se hace de rogar.
Sólo te queda la reconfortante sensación de que al menos, todo ha salido como tú siempre te lo propusiste si el momento mágico se caía tras la capa del mago. Pero en lo más hondo, estás dolida, porque esa abertura en tu caparazón había pasado a ser una herida que bombeaba sangre a la velocidad con que tu mente intentaba evitarte el dolor asimilándolo todo y acostumbrando a tu cuerpo a la sensación de soledad.
Lo que duele aún más, es la noche. Esa maldita noche fría en la que el único calor que sientes es el del fuego que recorre tus mejillas en forma de lágrimas. Habías logrado tener por fin algo bonito en tu vida tras mucho tiempo de dolor y una vez más, te lo habían quitado de entre las manos. Te sentías como una niña pequeña a la que le quitan su peluche favorito, ése que no importa cuan sucio y andrajoso esté, porque lo que quieres de él son los buenos recuerdos que te ha proporcionado. Más aún, te sientes decepcionada por no haber podido dar lo mejor de ti misma y haber sido rechazada en el intento, por haber perdido el primer apoyo que te levantaba en mucho tiempo, por volver a caer en la monotonía y en la baja autoestima, el autocompadecimiento, los celos, la rabia y la ansiedad, sentimientos que no te gustan ya que, en el fondo, lo sigues queriendo tanto o más que el primer día de todos, ese en el que lo conociste y sin saber por qué, pensaste en él de una foma...diferente.
Los príncipes azules no existen, ni yo tampoco los quiero. Quiero encontrar de una vez ese alguien ideal que todas tenemos por ahí, escondido entre las rocas, y que nos amará no sólo en épocas, sino para SIEMPRE.