Me acuerdo de ella. De sus juegos entre sábanas. De su extraña y exótica forma de cocinar. De su amor por los libros de la Segunda Guerra Mundial y las películas de amor francesas y las de acción americanas. De su odio por los zapatos planos y las faldas de tubo, de la política y del papayo maduro. De su larga melena pelirroja excesivamente rizada y cómo la peinaba en una impoluta trenza. De su piel generosa en pecas. De su esbelto cuerpo esculpido por el boxeo, aunque este le había dejado una cicatriz en un labio y una pequeña cojera en la pierna derecha. De su tatuaje de un cerezo en la espalda y su medio corazón en el borde de la mano, esa mitad que encajaba con la mía. De lo fatal que cantaba y lo torpe que era bailando, pero lo magnífica que era en la fotografía y la pintura. De lo irritante que era cuando no conseguía imponer sus ideas a las mías y lo tozuda que era con terminar lo que había empezado... aunque eso tenía sus ventajas. De sus ojos, sus hermosos ojos dispares, uno pardo y otro azul, encantadores y su mayor orgullo porque decía que tenía una visión distinta del mundo gracias a ellos. De nuestros sueños juntas de viajar y perdernos. De cómo me despertaba por las mañanas con un susurro de "buenos días tía buena". De su obsesión por los pintalabios rosas, una colección de 136 de ellos lo abalan. Pero sobre todo, me acuerdo de ella. Ella. Ya no hablo de lo que se ve, hablo de lo que se siente, la persona. La chica que me enamoró, la primera chica en mi vida, la que a modo de declaración de amor me dijo "¡bienvenida a tu mundo bollera!". La echo tanto de menos. Sé que sigue aquí, conmigo, todos los días, que todavía se balancea en su columpio destartalado como una niña pequeña. Porque realmente era muy joven cuando su cuerpo decidió fallarle. Demasiado joven. Pero la sigo queriendo. La sigo queriendo porque me enseñó mi verdadero yo de forma tardía, pero más vale tarde que nunca dicen. La seguiré queriendo más allá de los límites de la física, y si el universo y su equilibrio son realmente benévolos, nos reencontraremos allí donde nuestras almas vuelvan a ser una.
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