Eres un monstruo. Te crees que sabes tratar a las chicas, que sabes lo que quieren oír, pero te equivocas. Sólo regalas palabras vacías, promesas de un futuro aún por dibujar, miradas esquivas y sonrisas venenosas, que llenan de satisfacción pero no de alegría. Confianza, ¿sabes qué significa eso? Dejarse caer del piso 57 de un rascacielos y no tener miedo del dolor de la caída, porque sabes que te sujetarán la mano aun cuando el último latido de tu corazón se escabulla entre el furioso rugido de la ciudad. Estoy segura de que más de una confió en ti, en tu eterno olor a perfume y tu pelo recién peinado, pero tú no confías sino en el azar. Yo en cambio no confiaba en ti, no al cien por cien, estaba quizás… al cuarenta por ciento. Estaba formando aún tu imagen, y puede que eso sea aún más doloroso, que te suelten de la mano cinco minutos después de acariciártela y agarrarse a ti fuertemente. Yo me sané, porque el balcón de la planta 37 me paró el golpe. Un par de recuerdos que odiar, algunos mensajes borrados, varias miradas de desprecio, y dos o tres rasguños en mi romanticismo. Sané lentamente, incluso tuve alguna recaída, pero ya estoy preparada para seguir. Tú en cambio, no aprenderás nunca, porque tienes miedo. Dices que esperas a una chica especial, pero en el fondo tienes miedo a encontrarla, porque con su llegada tú dejarás de serlo. La maldad se alimenta del miedo y cuando nos asustamos nuestros rasgos más oscuros salen a la superficie, llenando de sinsabores nuestro alrededor. Estás jodido, porque te has dejado manejar por ellos y ahora, eres un monstruo. Piensas que eres un máquina, que pasar página es lo que te hace más tio, pero nene, esa es tu mayor errata. Cuando te atrevas a confiar de nuevo, podrás amar por completo, y olvidarás el miedo, siendo el chico que realmente se oculta tras la bestia. Lástima que no lo conseguirás.
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